Hay una cosa que aún no entiendo en lo particular, quizás sea yo, quizás el ambiente. Las corrientes de humo que viajan en todo mi ser nublan más bien todo lo objetivo, es como volar y aprender de cosas más bien irreales.
Son un pack de caracteres que se van inundando de manías inherentes a un buen y tranquilo pensamiento. Probablemente sea hora de intervenir en la fluidez de este camino, que dentro de todo ha sido un camino bien rocoso, bien desigual. Las actitudes estás dadas por esas rocas, y no pesa que tanto esfuerzo se haga en sacarlas, si entre todo esto, el único que las ve es uno.
Es algo confuso y a la vez divertido, igual es bien común que este amigo aceche así como si nada, no entraré en detalles, solo hay que saber apreciar la expresión, rebobinar ciertas acciones; y presentarse a actitudes inesperadas, sorprenden con una claridad increíble, el control de las cosas se vuelve amorfo, pero insisto, a la vez divertido. Un poco de actitud no le viene mal a nadie, como un jardín. No tan solo cultivar, también cuidar.
Es cierto, no sabemos escoger la semillas correctas, se vacían en acciones torpes, que temen a lo que se intenta divergir. Es como una venganza, un insulto, una confesión, un secreto, un juego tan extraño como tantos otros que se vanaglorian de su lentitud.
La verdad no se encuentra aquí, el sentido se vuelve imbécil, de todos modos hay que buscarlo, los sentimientos se entrecruzan, la mente se enloquece de un modo tal, un shock tan masivo, que deja sin palabras. El colorante ideal para las burlas de los demás, el deseo indiscriminado de hundir, tan solo por no saber actuar.
Una puerta abierta a todo lo que se estima producir, un ideal, una frontera, los miles de golpes al juego inherente que se ve enjuiciado por miles de neuronas en mi cabeza. No es el encierro, es el desconocimiento.
Bajar de todo, y velar por ello que tanto esfuerzo das. Es como el hijo pródigo.
Los sonido se vuelven algo indiferentes, que quitan el apetito, pero es entretenido, buscar y experimentar.
