viernes, 27 de agosto de 2010

Tan solo me queda por hacer una canción

Ya son las 5 de la tarde, un poco más y comenzará a oscurecer el día, y aquí sentado a una pantalla, una simple pantalla que desgasta mi vista, mostrándome un sinfín de nuevas, excéntricas, extrañas, peligrosas, novedosas, viciosas nuevas vistas de un mundo del cual yo elijo como vivir, para cumplir mi porque de mi existencia. Una existencia que sin más que decir da vueltas, gira, voltea una y otra vez mis puntos de vistas, me ciega y me demuestra la ceguera, me mira y luego voltea la mirada, para buscar su dirección tan peculiar de observar, de manejar las cosas. Vida que se baja unos pasos antes que yo, que el primer día de mi nacimiento no sabía que era lo que sucedía, para que al verlo con claridad, ya no te me enfrentas, no me ayudas y me dejas solo.


Ya cuando la claridad te rodea, se vuelve opaca, volviendo a un punto, que no interesa nada, que prefieres no saber que es lo que quiere decir cada cosa, te inventas historias de claridad social para de un momento a otro, tomar en cuenta que quieres saber mucho, pero no lo sabes todo, rellenando el vacío de cada hora que pasa con un pensamiento positivo que cuela en un maldito La menor, que demuestra, todo el día con arpegios, que ni le interesan a la multitud que es lo que puedan significar para ti.


De vuelta a la misma historia, un promiscuo dadaísmo me atormenta, dado que en muchas ocasiones el positivismo se va por un tubo, y encuentra salida para volver a entrar en un tubo más pequeño, para rellenarlo con una balada armoniosa que me recuerde, la alegría de no recordar, la alegría de no pensar, la alegría de no tener conciencia. Para luego volver a ser un ente positivo llamado costumbre e idealización pesimista, hecho por el cual necesito tranquilidad, la cual no la encuentro, porque mi mente fácilmente se desespera antes la idea de una atonalidad brutal de mis encuentros permanentes con el alma de la vida.


Un simple comienzo, un simple Am C E.


JR.